GLOBALIZACION VERSUS DESARROLLO LOCAL:
¿UN PROBLEMA PARA LA EMPRESA MULTINACIONAL?
Francisca Sanguinetti Masjuan; Paula Carreras del Valle
INTRODUCCION
Dentro del actual proceso de globalización, esta presentación va a centrarse en una de sus dimensiones –para algunos autores el motor de este proceso-: las empresas multinacionales. Y de éstas, a su vez, nos va a interesar un aspecto específico: la articulación entre lo global y lo local.
Para entender el complejo mundo de las multinacionales es necesario estudiarlo desde una perspectiva multidimensional, donde la economía y las teorías de la empresa y de los mercados juegan un papel fundamental pero no explican la totalidad del fenómeno. Consideramos importante que otras disciplinas, como es nuestro caso la Sociología, se inserten en este campo haciendo un análisis desde otro enfoque y con otros objetivos.
GLOBALIZACION VERSUS CULTURA LOCAL: UN DESAFIO PARA LA EMPRESA MULTINACIONAL
En las empresas existe una tendencia a que las unidades sean cada vez más grandes. Este aumento de la dimensión es consecuencia de una lógica empresarial tendiente a la concentración de capital y a la transnacionalización. Las fusiones y adquisiciones de empresas han dando lugar al nacimiento de nuevas y gigantescas organizaciones como estrategia para aumentar su cuota de mercado y para poder responder a las pautas de competencia internacional, así como a las oportunidades que surgen a partir de la liberalización e integración regional.
El reto con el que se enfrentan las multinacionales consiste en lograr estructurar su gigantesca organización a través de la coordinación de distintas unidades semiautónomas. Schumacher explica esta idea a través de una metáfora. Para este autor la estructura de la organización debería ser como la de un hombre que sostiene, en su mano, un gran numero de globos. Cada uno tiene su propia altura, lo único que el hombre hace es sostener las cuerdas firmemente. Esto llevado al ámbito cultural implica que la empresa multinacional logra mantener determinados rasgos generales de su cultura –en sus distintas filiales- y, por otro lado, la cultura local impone sus características específicas.
La organización local es libre a la vez que está condicionada por la organización global. Se necesita que las distintas filiales tengan autonomía y libertad y, al mismo tiempo, se necesita cierto orden que le de unidad y coordinación a esa estructura global. Por lo tanto, es necesario cierto control central, a la vez que determinadas iniciativas locales.
Hasta ahora hemos analizado aspectos de la relación entre la casa matriz y sus filiales, ahora nos centraremos en la integración de estas últimas a su medio local.
En este sentido, se nos plantean las siguientes interrogantes: ¿cuál debería ser la estrategia de la empresa multinacional?, ¿debe buscar adaptarse a las prácticas locales y a las relaciones sociales existentes o debe tratar de innovar introduciendo nuevas formas de hacer las cosas y nueva tecnología?. La casa central puede querer establecer subsidiarias que actúen autónomamente permitiendo así a las mismas "empaparse" con las culturas de los distintos países o, por el contrario, puede buscar ejercer un control central sobre las filiales imponiendo determinadas formas de hacer las cosas, sin tener en cuenta la cultura que las rodea. En este último caso, la insensibilidad frente a las costumbres locales y la escasa comprensión con respecto a otras maneras de actuar y pensar, puede provocar resentimiento y recriminación en el medio local. La empresa multinacional tiene que comprender que la cultura local no puede ser dejada de lado por ser una variable difícil de medir.
Por esta razón, las políticas y decisiones de las multinacionales no pueden provenir exclusivamente de la casa matriz, sino que las mismas deben adaptarse a las condiciones locales específicas. Debe evitarse caer en la tendencia de pasar por encima las diferencias locales, con el fin de elaborar políticas organizacionales generales y coherentes, sin tener en cuenta la existencia de demandas y procesos de cada país, es decir, la especificidad de las distintas poblaciones.
En este sentido, debe existir una estructura adecuada a la participación de los actores locales en la toma de decisiones y en el planteamiento de iniciativas que respondan a intereses propios y a realidades y culturas específicas de cada país. Para lograr esto, es preciso salir del esquema de una lógica vertical y centralista –en la cual la filial reproduce a nivel local lo que se decide en la casa matriz- e intentar llegar a una lógica más horizontal y más descentralizada. Una forma de conseguirlo es a través de una estructura más flexible, menos jerarquizada y menos concentrada y con una mayor capacidad de autonomía, de negociación y de diálogo con su entorno. Por otro lado, cada empresa local está inserta en una red global. Por esto, se hace necesario analizar la empresa local en su especificidad y, al mismo tiempo, relacionarla con la realidad nacional y transnacional de la cual forma parte.
Nos encontramos con que hay dos tendencias que van en sentido contrario. Por un lado, existe una gran centralización internacional del poder y, por otro, se percibe, un mayor involucramiento en organizaciones locales, un regionalismo que apunta a obtener una mayor autonomía local, defender sus raíces e intereses y expresar sus necesidades.
El gran desafío que aquí se nos plantea es cómo lograr balancear la transnacionalización de la economía con la sobrevivencia de la cultura e historia local.
En este sentido, Barnet y Cavanagh sostienen que el conflicto político fundamental de las primeras décadas del nuevo siglo, no va a ser entre naciones ni entre bloques comerciales sino entre las fuerzas de la globalización y las fuerzas de lo local buscando preservar y redefinir la comunidad.
El mundo se está achicando pero no juntándose. Mientras las economías se acercan, naciones, ciudades y barrios se alejan. Los procesos de integración económica global están estimulando la desintegración política y social. Se fortalecen los lazos familiares y comunitarios.
Existe una sublevación- que va en aumento- de saberes locales frente a los esquemas de desarrollo generales e universales que ignoran e incluso destruyen esos saberes. La globalización, paradójicamente, ha llevado a un fortalecimiento de las ataduras, lealtades e identidades políticas locales.
Existe una tendencia a la universalización cultural, al imperialismo cultural como consecuencia de la revolución de las comunicaciones, de la caída de barreras políticas y de la globalización de la economía. A su vez la cultura es factor de fragmentación y diferenciación, anclada sobre tradiciones, identidades, herencias, raíces y orígenes.
Según Morin, el nuevo modelo de humanidad estaría fundado en la unidad genérica de la especie y en la realización de las diferencias, lo cual significa un gran desafío. Aparentemente se están diciendo cosas contrarias -unidad y diferencia-, sin embargo, para este autor, ésta es la única manera de razonar una nueva forma de comprender la realidad.
En el caso de las multinacionales, sus filiales tienen mezclados rasgos de la cultura general de la empresa, que le dan cierta unidad, con rasgos específicos de la cultura local, que la diferencian de otras filiales y le dan identidad.
En este proceso de globalización las distintas culturas no sólo no quedan dejados de lado sino que, por el contrario, es en estas situaciones donde su papel –diferenciador e identitario- adquiere mayor importancia ya que va a permitirle a la comunidad, y dentro de ésta al individuo- sentirse distinta y única en un mundo que tiende a uniformizarlo todo.
BIBLIOGRAFIA