Hugo Petersen, Fidel Ayesta, Gonzalo Jiménez
de Andrade
Si hubiera que definir en dos rasgos la aportación peculiar de los autores españoles a la Literatura del siglo XX, no dudaríamos en afirmar los aspectos siguientes: lirismo y humorismo. En ambos casos su planteamiento conlleva la no aceptación de la realidad sin añadirle un factor creativo: lo poético y lo hilarante. El lirismo incorpora la expresión del "yo", creando todo un mundo de belleza frente a la prosa vulgar de la trivialidad cotidiana. Vamos a referirnos ahora más especialmente a ese otro factor cómico, tan presente en el occidente mediterráneo.
Dentro de la Literatura, parece posible afirmar que el humorismo posee una tradición mucho más trascendente que la comicidad: lo cómico vendrá caracterizado por su mayor carácter ascético, mientras que lo humorístico traería consigo la incorporación del sufrimiento, del dolor y de la angustia. Así lo indica el Secretario de la Academia de la Lengua, Profesor ZAMORA VICENTE, en una entrevista publicada el mes pasado. Afirma en ella que un aspecto preponderante de su obra lo constituye el humor, en sus dos vertientes: "un fondo de ternura, de comprensión, de disculpa" al que se opone [sic] "la mala uva, que en cambio, es agria y seca".
El humorismo hispánico ha venido acompañado siempre de un cierto aire de desgarro, de apenado sentir, de rebeldía última frente a una realidad lastimosa. Ha tendido incluso a confirmarse -muy a menudo- en el sarcasmo, en lo deformante, en lo esperpéntico.
Una parte muy importante de este humorismo se integra en lo que G. W. KAISER ha estudiado bajo el nombre de "lo grotesco". Las notas características de este estilo vendrían a ser las siguientes:
- un grado máximo de distanciamiento y deformación;
- una marcada tendencia a lo delirante, a lo enloquecido y
- finalmente, la brusquedad hasta la deshumanización.
De las dos clases de lo grotesco que distingue KAISER, el fantástico y el satírico, la Literatura española se ha manifestado fundamentalmente por el satírico. El humorismo como sátira de un mundo cotidiano o como búsqueda de un mundo regido por leyes arbitrales, causales y no casuales. De Valle Inclán a Gómez de la Serna y hasta Camilo José Cela, el humorismo aparece de un modo muy frecuente en las obras literarias.
Siguiendo al bilbaíno Miguel de UNAMUNO, podemos afirmar que lo quijotesco y lo sanchopancesco constituyen la mejor personificación -como expresión literaria- de los planteamientos idealista y realista, tal como son vistos en nuestra literatura. La tragedia y la comedia, la novela de caballerías y la picaresca, el héroe y el gracioso, las gestas gloriosas y la vida monótona cotidiana constituyen los dos extremos opuestos que CERVANTES inmortaliza en sus famosos personajes de su gran obra: el escrito universal por antonomasia, al ser el texto escrito más veces editado en el mundo después de la Biblia.
Puede decirse que el esperpento incorpora a su visión estos dos modelos antitéticos, ofreciendo una nueva visión superior que asume ambos englobándolos, situando la acción más allá de lo real y de lo posible, abarcando también lo irreal y lo imposible. Su comicidad supera los horizontes de la exageración desorbitada, alcanzando lo jocoso, lo lúdico y lo maravilloso.
El esperpento valleinclanesco es de carácter comprensible, caricaturesco, normalmente enraizado en la realidad, incorporando ejemplos y moldes críticos de referencia inmediata. De igual modo podríamos sugerir que el arte de élite está también teZido de humorismo. Baste contemplar a Goya en sus pinturas negras.
El nivel literario más próximo es el reverso del ya tópico exceso de idealismo, de imaginación o de falta de sentido de la realidad. No es un humorismo puro, pues se da en él un desgarrado contraste con ese mismo idealismo que ridiculiza. Buena muestra de ello nos ofrece "El Lazarillo de Tormes", que es a la vez grotesco y tierno. Valle Inclán igualmente idealiza en su obra con "El Marques de Bradomín" y esperpentiza con "Los cuernos de don Friolera".
Parece existir desde la Edad Media hasta el siglo XX, una constante por la cual no se acepta la realidad en sus proporciones, sino que se tiende a una trascendencia a la vez positiva y negativa, escapando a ella por el camino de la estilización embellecedora o por el de la estilización esperpentizadora, o bien por ambas conjuntamente.
Podemos fijarnos en la figura de Valle Inclán, según una doble perspectiva:
Esta figura de la literatura, lugar aparte en la historia del teatro poético, por su originalidad y elevado valor en sí, sintió vivamente la fuerza teatral del texto como puro juego. AYALA define la obra teatral de Valle Inclán como esencialmente dramática. Así puede verse en sus obras.
Vamos a centrarlos ahora sobre el concepto de esperpento. Al hablar de lo esperpéntico hay que ser conscientes del nivel artístico de lo que significa. No es ningún género ni ningún estilo. Se trata de una categoría que alcanzan ciertas formas del arte estilizadas negativamente. Para que se produzca ese proceso, la obra está sometida a una serie de circunstancias:
- debe existir un evidente propósito de crítica,
- coincidir con cierta concepción pictórica y
- ser propia de una tradición histórica de estilo propia del siglo de oro: rasgos intensos y negros, conforme al gusto cortesano impuesto en el mundo occidental por la moda de la corte del Rey Felipe II.
La obra de Valle Inclán cumple estos requisitos, pero además, los teoriza, alcanzando su forma más insólita bautizando cuatro de sus obras como esperpentos. Estamos ante un debate terminológico, fácilmente comprensible si se distinguen los lindes del esperpento y lo esperpéntico: "Tirano banderas", "Farsa" y "Licencia de Feria Castiza" son esperpénticos, y no esperpentos, por ejemplo. Este es un interesante matiz a considerar. En el autor que creó el esperpento y definió la más interesante y actual teoría sobre lo esperpéntico.
El término "esperpento" apareció utilizado por primera vez en la obra "Luces de Bohemia", puesto en boca de Max Estrella. Su creador pretende dotar la literatura con un género adecuado a la grotesca realidad social y política de ese momento, capaz de declarar la guerra al tópico literario e histórico, y subrayar la inautenticidad de las actitudes del común de sus conciudadanos.
Podemos observar cómo existe en Ramón María del Valle Inclán la visión nítida de los tres momentos o perspectivas. En primer lugar, encontramos una libertad prácticamente nula, donde la existencia de un protagonista se basa en la perfección de sus caracteres, dentro de una acción idealizada, con el prototipo del hombre perfecto: la tragedia. Más adelante podemos ver la cesión de cierta libertad creadora, con un mayor número de posibilidades en la realidad: la comedia. Finalmente, llegamos a la total concesión de libertad creadora, imaginativa, es decir, al esperpento o deformación de la realidad, donde concluyen todo tipo de posibilidades.
Por ejemplo, Max Estrella, personaje de "Luces de Bohemia", hablando con don Latino, propone reflejar la realidad como si se mirase en un espejo cóncavo. Aparece así distorsionada, ridícula y visible la imagen social criticada. Esta representación será para Max una imitación de la naturaleza humana. Visto de este modo, la tragedia del hombre ya no es trágica, sino algo absurdo, burlesco: un esperpento.
Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo, son absurdas. Pero la deformación deja de serlo cuando está sometida a una matemática perfecta. La estética aplicada es la de transformar con la matemática de espejo cóncavo las normas clásicas. Hay que deformar la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de la sociedad en que viven.
Esa matemática perfecta pretende tener una visión estética que al deformar las imágenes, cause admiración por el arte maravilloso con que se realiza. Este era el único camino de redención de las grotescas o esperpénticas figuras de Valle Inclán: el ser transformado en arte.
En los esperpentos están presentes dos factores: la ficción y la historia, es decir, en su estética deformadora, coexisten la realidad observada por Valle Inclán y la imaginada realidad que forja con su visión grotesca de sus coetáneos.
La transición de una a otra realidad se logrará por medio de la perspectiva formal de todos los esperpentos. Así es cómo la forma y el estilo de cada uno son artificiosos en extremo. Cada esperpento es un verdadero hallazgo literario, pero su contenido es histórico: la realidad histórica del momento.
Por tanto, a partir de aquí, podemos afirmar con RUIZ RAMÓN que "esperpento no es sólo un género literario, sino una estética, y en consecuencia una visión del mundo, a la cual llega el escritor desde una concreta circunstancia histórica y desde una determinada ideología".
Tenemos que tener en cuenta en ese proceso la influencia de Góngora. Este autor consolida la máxima del culteranismo barroco de la pura belleza formal: "el arte por el arte", según más adelante fue promulgada por los autores del inicio de este siglo. Importa poco el contenido; se atiende más a la belleza de la expresión y de la composición, como influirán los movimientos modernistas, el parnasianismo y otros.
Si quisiéramos mostrar este mismo aspecto con respecto al arte pictórico, acudiríamos al caso de Francisco de Goya. Donde Goya ejerció un auténtico dominio es en los movimientos artísticos modernos. Sus formas de madurez, apenas apuntadas en bultos y manchas de color, con el origen de la pintura impresionista. De la supremacía e intensificación de lo expresivo, sobre todo en los gravados, parten los expresionistas. El surrealismo no puede comprenderse sin sus visiones críticas y su sueño de la razón. Goya constituye una clave incuestionable de toda la época actual. Sus grabados quizá sean el producto más puro de su pensamiento en cuanto a lo que entendía por ser artista, en el cultivo de esta técnica se mostró con total libertad y pudo comunicar de forma gráfica su concepto de lenguaje de invención, será con los disparates, la última serie que realiza, una obra de un misterio sombrío, difícil de interpretar, como si Goya hubiera querido ofrecernos la libertad de que cada espectador pudiera dar rienda suelta a su imaginación.
Como sostiene Adelaide MONGOLFIERI, "un solo hombre, Francisco de Goya, ha conseguido dar una idea verdadera y real de su país. Entendió profundamente la visión que minaba España. Un dibujo de Goya es más elocuente que los relatos de todos los viajeros que han visitado España".
Finalmente, me gustaría apuntar una posible clave filosófica que conlleva el tema tratado. Existen tres tipos de acciones, según la visión clásica y escolástica: inmanentes y transeúntes. Son perfectos los primeros, por conseguir el fin de la operación al tiempo que ésta se realiza. Tal sucede en el juego, en el culto, en la contemplación, en la fiesta, en el arte... Nadie desea que un banquete concluya para decir que ha disfrutado, ya que se comienza a gozar del acto desde su mismo inicio. La libetad de este tipo de acciones es la clave del logro en sus fines: la intención que se busca al realizarlas no es otra que su misma ejecución, sin esperar alcanzar cosa distinta que proceda de fuera.
En cambio, las acciones transeúntes sólo logran alcanzar el fin que persiguen una vez que la acción concluye. Tal es el caso del trabajo, el transporte, los desplazamientos... Mientras no se llega al punto de destino, o hasta que no se logra acabar el trabajo iniciado, no puede gozarse de su consecución, ya que está todavía sin conseguirse.
El esperpento valleinclanesco logra el mismo efecto
con su enfoque literario. El grado de libertad creativa que logra
en su vocabulario, en la caracterización caricaturesca
de los personajes (ni héroes trágicos, ni figuras
de comedia, sino juguetes o títeres de guiñol libres
de todo condicionamiento) e incluso en las acotaciones que intercala
entre los guiones teatrales de los textos, nos dan una idea cabal
de cómo el artista está gozando ya en su trabajo,
y alcanzando el fin que se propone al crear su obra, al mismo
tiempo que la está escribiendo. Eso es todo.