UNIV

 

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XXXIII Congreso Universitario Internacional

Presentación


2000 años: ¿de qué?

Persona, Historia, Ciencia, Cultura

El UNIV, en su intento de aproximar la Universidad a los grandes temas sociales y humanos para anticipar el mundo que viviremos, centra su mirada este año en el cambio de milenio. Es una invitación a pensar, a ir al fondo de la cuestión y descubrir las consecuencias que tiene para las diversas disciplinas universitarias el bimilenario que acaba y el nuevo que comienza.

2000 años: ¿de qué? El nacimiento de Cristo, hace 2000 años, es el hecho central de la historia de la humanidad. Tal acontecimiento marca un antes y un después. Muchas son las consecuencias de este hecho. Desde un punto de vista antropológico —y no exclusivamente religioso— la era cristiana se caracteriza por la centralidad del concepto de persona, dotada de libertad, cuyo ejercicio es una exigencia de su dignidad y se manifiesta en la capacidad de iniciativa y en el dominio de sus actos. El cambio de milenio es, pues, una ocasión privilegiada para reflexionar en torno a la persona humana y sus relaciones con la historia, la ciencia y la cultura.

Entre los fenómenos que marcan más poderosamente el nacimiento del siglo XXI se encuentran la globalización de la economía y la relativización de las fronteras. Los espacios geográficos y culturales se amplían, y el tiempo —visto desde la atalaya de un cambio de época— cobra también unas dimensiones de largo alcance. Estas grandes magnitudes espacio-temporales pueden llegar a eclipsar al protagonista real de esta conmemoración: la persona. Ante el panorama de un mercado de ámbito mundial, de unas redes de comunicación sin fronteras, la persona —cada una en particular— puede sentirse como un convidado de piedra. ¿Celebramos un acontecimiento que podemos asumir como propio, hecho a nuestra escala, en el que tenemos algo que decir; o asistimos simplemente a un escenario tan inédito como anónimo, que se escapa de nuestra capacidad de decisión? Es preciso saber si los parámetros de la sociedad que nos espera detrás del cambio de milenio constituyen un espacio habitable para el ser humano, o por el contrario definen un marco anónimo en el que lo personal resulta irrelevante.

A las puertas del 2000, tiene también su espacio la historia. Como al final de un ejercicio económico, pensadores y gobernantes ofrecen sus balances y echan cuentas de los avances y retrocesos de un proceso que —visto con perspectiva— no tiene un carácter lineal. Estos veinte siglos han contemplado el sucederse de corrientes ideológicas, utopías y proyectos colectivos de todo género. Hay quien piensa que los paradigmas se van uniformizando, que las diferencias culturales tienden a converger en un pensamiento sincrético y universalmente comparado. Las nuevas formas de comunicación, propiciadas por los avances tecnológicos, producen profundos cambios sociales de alcance mundial. Los más atrevidos vaticinan el final de la historia en todas sus manifestaciones: la política, el arte, la ciencia y, por supuesto, la religión. Los valores definitivos de la existencia humana ya habrían quedado definidos, en líneas generales, y el futuro sólo depararía la sucesión de existencias individuales en un hábitat cultural e ideológico invariable.

Nuestra propia institución universitaria tiene su origen histórico en centros de transmisión del saber de impronta cristiana. No resulta ocioso, por tanto, revisar a fondo el papel de la religión en la Universidad del 2000 y en los proyectos de esperanza y de paz que —como proclama la recomendación de la ONU—, los universitarios están llamados a forjar. El mundo que vivimos requiere un planteamiento serio de la cuestión de Dios en nuestra cultura y en nuestra civilización. Tal vez, a estas alturas del milenio lo progresista y original sea reivindicar la carta de naturaleza con la que el fenómeno religioso se inserta en la actividad científica, cultural y universitaria.

La ciencia, tantas veces enmarcada en un contexto ajeno a una visión trascendente del hombre, aparece —por el contrario— como uno de los recursos a los que acudimos para intentar dar respuesta a los interrogantes más profundos de cada persona. Hoy más que nunca la ciencia, con los avances tecnológicos que nos ofrece, influye decisivamente en la configuración de formas de vida individual y colectiva. El paso a un nuevo Milenio es una buena ocasión para asumir la investigación y el desarrollo científicos como aliados del progreso humano, y despejar las sombras que un uso inadecuado de estos avances proyectan sobre el porvenir.

El Comité Científico del UNIV señaló, al celebrar su 25º aniversario, una idea-guía, tomada de las palabras de Juan Pablo II al UNIV’89, que había de orientar las tareas del Congreso hasta el año 2000: "Todo lo que es belleza, pensamiento, ciencia, inventiva, creatividad, universalidad... todo esto es, en definitiva, obra de Dios". Estas palabras ofrecen el marco en el que proponer ideas y planes de trabajo para el Congreso UNIV’2000 que, desde una óptica plural —ligada al propio ámbito de estudio y a la vez interdisciplinar— nos adentrará en el tercer milenio.