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IX Congreso Universitario del País Vasco
Presentación
2.000 años: ¿de qué?
Persona, Historia, Ciencia, Cultura
2.000 años: ¿de qué? Tal vez lo más provocativo de ese enunciado es que, paradójicamente, resulte original. Porque la cuestión parece obvia y superflua, pero tal vez no está tan clara. Es, en cualquier caso, pregunta indispensable para pensar en el fundamento y el sentido del bimilenario. Y es, precisamente por eso, el tema que el ICU desea plantear a los universitarios de todo el mundo en este XXXIII Congreso Universitario Internacional.
Son innumerables las consideraciones y los eventos que giran en torno a ese aniversario. Los expertos en cronología debaten sobre el comienzo exacto del nuevo milenio. Las agencias de viajes nos proponen dónde recoger el primer rayo de sol. Los consultores informáticos estudian qué pasará con los ordenadores, mientras los bancos y servicios financieros calculan los costes de adaptación de sus sistemas. Los políticos siguen formulando planes, proclamando objetivos y estableciendo agendas para esa fecha emblemática, quizá sin caer en la cuenta de que ya está irremediablemente muy cerca (demasiado para muchos de esos propósitos, si hubiera que tomarlos en serio).
Es lógico que el UNIV, en su intento de aproximar la Universidad a los grandes temas sociales y humanos para anticipar el mundo que viviremos, centre su mirada este ano en el cambio de milenio. Un objetivo que el UNIV se propone con su estilo metodológico riguroso: como una invitación a pensar, ir al fondo de la cuestión y descubrir las consecuencias que tiene para las diversas disciplinas universitarias.
Algunos de los fenómenos que marcan más poderosamente el nacimiento del siglo XXI son la globalización de la economía y la relativización de las fronteras. Los espacios geográficos y culturales se amplían, y el tiempo visto desde la atalaya de un cambio de época cobra también unas dimensiones de largo alcance. Estas grandes magnitudes espacio-temporales pueden llegar a eclipsar al protagonista real de esta conmemoración: la persona. Ante el panorama de un mercado de ámbito mundial, de unas redes de comunicación sin fronteras, cada persona puede sentirse como un convidado de piedra. ¿Celebramos un acontecimiento que podemos asumir como propio, hecho a nuestra escala, en el que tenemos algo que decir, o asistimos simplemente a un escenario tan inédito como anónimo, que se escapa de nuestra capacidad de decisión? Es decisivo saber si los parámetros de la sociedad que nos espera a la vuelta del cambio de milenio constituyen un espacio habitable para el ser humano, o definen por el contrario un marco anónimo en el que lo singular resulta irrelevante.
A las puertas del 2000, es tiempo también para la historia. Como al final de un ejercicio económico, pensadores y gobernantes ofrecen sus balances y echan cuentas de los avances y retrocesos de un proceso que visto con perspectiva no tiene un carácter lineal. Estos veinte siglos han contemplado la sucesión de corrientes ideológicas, utopías y proyectos colectivos de todo estilo. Hay quien piensa que los paradigmas se van uniformizando, que las diferencias culturales tienden a converger en un pensamiento sincrético y universalmente compartido. Las nuevas formas de comunicación, propiciadas por los avances tecnológicos, producen profundos cambios sociales de alcance mundial. Los más atrevidos vaticinan, en el umbral del nuevo Milenio, el final de la historia en todas sus manifestaciones: la política, el arte, la ciencia y, por supuesto, la religión. Los valores definitivos de la existencia humana ya habrían quedado definidos, en líneas generales, y el futuro sólo depararía la sucesión de existencias individuales en un hábitat cultural e ideológico invariable.
Esta pretendida supresión de lo religioso no adopta, como en otras épocas, aires trágicos ni es objeto de declaraciones solemnes. Se oculta, más bien, tras modos de vida superficiales, sometidos a otras preocupaciones más acuciantes. E1 lenguaje que hoy parece más comprensible y universal consiste en tomarse las cosas menos en serio (excepto el dinero, claro). En este final de siglo intenta abrirse paso un cierto desengaño, manifestado en la fragmentación del saber y de la vida, y en un modo de existencia más orientado hacia lo lúdico. A falta de debates de más calado, lo lúcido para algunos es reírse de cualquier certeza o convicción, disfrutar la irrelevancia y lo efímero. Hay que evitar la reflexión y apagar el deseo de entender, todo lo que robe tiempo a lo único que vale la pena: consumir, probar, experimentar... y divertirse.
Y sin embargo, 2000 años: ¿de qué? Aunque sea una cuestión convencional, el año cero de nuestra Era queda fijado por el nacimiento de Cristo. No son sólo los cristianos quienes reclaman atención sobre la celebración de este aniversario y su significado para la historia de la humanidad. Por unanimidad, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha reconocido la pequeña población de Belén como el lagar donde esta conmemoración ofrecerá una ocasión singular para proyectos de esperanza y de paz.
Nuestra propia institución universitaria tiene su origen histórico en centros de transmisión del saber de impronta cristiana. No resulta ocioso, por tanto, revisar a fondo el papel de la religión en la Universidad del 2000 y en los proyectos de esperanza y de paz que como proclama la recomendación de la ONU, apenas citada los universitarios están llamados a forjar. E1 mundo que vivimos requiere un planteamiento serio de la cuestión de Dios en nuestra cultura y en nuestra civilización. Tal vez, a estas alturas del milenio lo progresista y original sea reivindicar la carta de naturaleza con la que el fenómeno religioso se inserta en la actividad científica, cultural y universitaria.
La ciencia, tantas veces enmarcada en un contexto ajeno a una visión trascendente del hombre, aparece por el contrario como uno de los recursos a los que acudimos para intentar dar respuesta a los interrogantes más profundos de cada persona. Hoy más que nunca la ciencia, y los avances tecnológicos que nos ofrece, influye decisivamente en la configuración de formas de vida individual y colectiva. E1 paso a un nuevo Milenio es una buena ocasión para asumir la investigación y el desarrollo científicos como aliados del progreso humano, y despejar las sombras que un uso inadecuado de estos avances proyectan sobre el porvenir.
E1 Comité Científico del UNIV señaló, al celebrar su 25° aniversario, una idea-guía que había de orientar las tareas del Congreso hasta el año 2000: Todo lo que es belleza, pensamiento, ciencia, inventiva, creatividad, universalidad... todo esto es, en definitiva, obra de Dios. Estas palabras de Juan Pablo II al UNIV 89 ofrecen el marco en el que proponer ideas y planes de trabajo para el Congreso UNIV'2000 que, desde una óptica plural ligada al propio ámbito de estudio y a la vez interdisciplinar nos adentrará en el tercer milenio.