EDUCACIÓN EN SOLIDARIDAD


Fernando Miguel de la Maza, Carlo Javier Pascual, Ramón Gutiérrez del Río, Gonzalo Santamaría, Álvaro Indiano, Javier Fernández

 


Ante el tema que se proponía para este año en el Congreso, nos planteábamos muchas preguntas sobre la solidaridad que se presentan siempre que surgen circunstancias mundiales en la que es necesario el apoyo internacional debido a catástrofes o guerras. Preguntas como ¿cómo puedo ser solidario? ¿qué manifestaciones tiene la solidaridad? ¿qué intenciones mueven a los voluntarios? ¿necesito irme a un país del tercer mundo o apuntarme a una ONG para ser solidario?

La solidaridad es algo más profundo que una simple colaboración en tareas humanitarias. Si fuera solamente esto, el modelo de solidaridad sería el jugador de la NBA, Denis Rotman, que, ante la acusación de los periodistas de ser un egoísta, replicaba que cómo le decían eso cuando había donado 4 millones de dólares para la beneficencia. La solidaridad es un bien que debe estar al alcance de todas las economías. Por otra parte, exige un esfuerzo que no puede obviarse. El que piense que la solidaridad es un sentimiento no conseguirá realizar ninguna tarea solidaria.

De estas consideraciones surgía el tema de nuestra ponencia. La solidaridad exige una educación, ¿cómo se educa en la solidaridad?

Para contestar a esta pregunta debemos responder a otra previa: ¿quién educa en la solidaridad? Como en cualquiera de otros aspectos, la educación en la solidaridad corresponde a los padres, y éstos se apoyarán en el centro educativo al que envíen a sus hijos. Si los padres no educan en la solidaridad a sus hijos no pensemos que los anuncios de ONG’s conseguirán hacerlo.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: la solidaridad hace referencia a la adhesión o apoyo a una causa ajena. Aunque entendemos lo que esta definición quiere decir, no se puede apoyar una causa que nos resulte ajena. Precisamente, la solidaridad está en no considerar ajena ninguna causa buena que afecte a otros hombres y es ahí, entonces, donde debe incidir la educación en la solidaridad.

La solidaridad es, por tanto, un aspecto transversal en la educación. Todas las materias y aspectos de la educación deben ser afectados por este valor y, en consecuencia, se enseña a ser solidario en todos los aspectos de la vida cotidiana.

Aunque lo dicho hasta ahora sería suscrito por todos, en la práctica, los padres manifiestan con sus comentarios y ejemplos que lo importante es uno mismo por encima de los demás. Podríamos oponer a la solidaridad la competencia, la lucha contra los demás por sobresalir. Muchos padres transmiten a sus hijos que lo importante en esta vida es destacar, ser los primeros, ¡triunfar!. No importa si en el camino hacia la meta tienes que pisar a alguien, porque la vida está llena de adversarios a batir. Lo más importante es que seas el "número uno" en todo. Educado de esta manera, un joven no verá en sus compañeros o en los que le rodean personas a las que ayudar, sino adversarios a los que ganar.

El genial humorista Quino lo expresa magistralmente con las siguientes viñetas:........ Aunque la intención del padre pudiera ser buena, el resultado no lo es.

El consumismo sería otro aspecto que manifiesta actitudes antisolidarias. El consumismo implica una falta de conciencia social y de valoración de los medios que uno dispone. Los padres deben educar a sus hijos para que sepan valorar las cosas que usan. Un comentario que realizan muchos niños: "Esto es mío; puedo hacer con ello lo que me dé la gana", manifiesta una actitud insolidaria.

La educación en este valor no se consigue sólo con discursos o explicaciones, se consigue con el ejemplo de nuestra conducta. Una dicotomía entre estos dos aspectos produciría en los hijos una pérdida de confianza en sus padres. Queremos en esta ponencia llamar la atención sobre comentarios y comportamientos de los padres que manifiestan una actitud de competencia o poco solidaria, que podrían llevar a sus hijos a comportarse como lo hace Susanita, uno de los personajes de Mafalda:

(leer)

Así, por ejemplo, algunos padres sólo valoran de sus hijos (o por lo menos así lo manifiestan) el rendimiento que obtienen en el aspecto académico, con actitudes de enfado o alegría (premios o castigos) sólo en función de las notas. Manifestaciones o comentarios que ponen la bondad o maldad de una persona en lo académico. "Mira a Fulanito, cómo estudia y que notas saca, en cambio tú eres un desastre."

La relación que se establece entre el fracaso escolar de los jóvenes y sus comportamientos violentos o delictivos es debido, en parte, a que los padres o profesores ligan la bondad o maldad de una persona en función de su respuesta académica.

Los padres deben también evitar descalificaciones personales cuando lo que se quieren condenar son actitudes o hechos que consideran malos o perjudiciales. Por ejemplo esto se manifiesta en comentarios sobre personas que padecen el SIDA o son personas marginadas.

Además de estas situaciones comentadas existen en la vida cotidiana infinidad de situaciones en las que podemos actuar (y por tanto educar) en la solidaridad o en la competencia. Cualquier situación en la que se muestra enemistad o desprecio hacia alguien manifiesta una actitud no solidaria: al animar en los partidos de fútbol de los hijos: "Arbitro: que no ves tres en un burro" (por decirlo de una manera suave); al hacer comentarios despectivos sobre nuestros vecinos: "Qué hortera es la vecina del 6º"; al enfadarnos en la conducción: "Tenía que ser mujer"; al pensar mal de las personas que están por encima de nosotros: "Mi jefe es un vanidoso, se ha comprado ese coche sólo para aparentar", o por debajo: "Este sólo quiere hacerme la pelota para ver si le subo el sueldo". Todos estos comentarios no se producirían si la persona sobre la que tratan fueran familiares o personas que apreciamos.

Otras circunstancias o comentarios que manifiestan egoísmo o no pensar en los demás. Por ejemplo cuando uno deja parte de la comida que le ponen o manifesta de una manera desconsiderada sus gustos y luego le dicen al hijo: "Pepe, hay que comérselo todo. Piensa en los de Biafra que no tienen nada qué comer."

Hemos indicado algunos ejemplos negativos porque, quizás, manifiestan más claramente lo que queremos decir, pero podríamos indicar igualmente las actitudes o comentarios contrarios que indicarían una conducta solidaria.

Concluyendo, la familia debe ser el pilar fundamental en la educación de la solidaridad diaria. Este valor vivido día a día es el que hacen válidas las grandes manifestaciones de solidaridad que todos podemos ver cuando acaece algún desastre natural. Se deben enseñar virtudes que favorezcan esta donación a los demás. Cabrían destacar como fundamentales: